"El contorno solitario de una botella flota en medio de la nada; la silla de un bar, o la mesa, se rematerializan en el aire como si fueran fantasmas de migrantes africanos ahogados en un naufragio. Los besos se dan sin boca, las guitarras se tocan solas. Alucinaciones melancólicas en un hospital de día: la persistencia espectral de los objetos retraídos a la intimidad del recinto cerebral hace que se vuelvan mágicos, "huellas de algún tipo, un representante del objeto, pero no el objeto mismo, el cual, a fin de cuentas, ya no está" (para el tango: es la sombra y sus duendes / que cantan y recuerdan las voces de antaño / un murmullo de coplas al viento / que me llevan de nuevo a tus brazos). En última instancia, el mundo reducido y poco fecundo de estas figuras es en realidad un mundo de valores extremos, parecido al de las canciones y el de los poemas musicales: un mundo de bondad y exceso, de sinceridad y agobio; la soledad es inconsolable, la miseria patrimonial y amatoria. El espacio está vaciado y las pocas cosas que hay no alcanzan jamás a tocarse entre sí."

Alejo Ponce de León