Fanzines y libros
Protagonista del llamado “arte argentino de los noventa”, Pablo Siquier realizó su obra de la última década profundizando las posibilidades compositivas y lógicas que avizoró a fines de los años ochenta: las de una geometría que le escapa a su propio orden. Ningún artista de su generación es más riguroso y obsesivo, y ninguno se dedicó a un campo de juegos pictóricos tan delimitado. Sólo recientemente el propio Siquier advirtió que, en el fondo, pinta el mismo cuadro desde hace más de veinte años. En la entrevista con Leopoldo Estol, Siquier habla de los cambios que se fueron produciendo en el circuito artístico local desde fines de la década del ochenta hasta la actualidad, analiza las diferentes etapas de su trabajo y los sistemas de representación que empleó en cada una, además de reflexionar sobre algunas ideas centrales del arte del siglo XX. En su ensayo, Damián Tabarovsky define la obra de Siquier como una geometría imperfecta afectada por una historia precisa: la de la abstracción geométrica de las vanguardias históricas. En ese sentido, la obra se constituye a la vez como testimonio de la historia del arte de las últimas décadas, y como pintura después del fin del arte (o búsqueda moderna después de lo moderno). De ese “post” de la obra de Siquier, sostiene Tabarovsky, nace una pintura cuya naturaleza inestable, incluso desquiciada, resulta de la imposibilidad de resolver la tensión de opuestos de la que está hecha. En diálogo con esta interpretación, Claudio Iglesias revisa el debate crítico que se dio en torno a la obra de Siquier durante los años noventa y, a partir de allí, plantea la hipótesis de que es en el trascendentalismo de la proyectación donde la obsesión que Siquier demuestra por el diseño le contesta, bajo las formas de lo monstruoso y de lo muerto, al idealismo funcionalista de ciertas vanguardias (el arte concreto, entre ellas).
COLECCIÓN: LOS SENTIDOS, RUTH BENZACAR
Protagonista del llamado “arte argentino de los noventa”, Pablo Siquier realizó su obra de la última década profundizando las posibilidades compositivas y lógicas que avizoró a fines de los años ochenta: las de una geometría que le escapa a su propio orden. Ningún artista de su generación es más riguroso y obsesivo, y ninguno se dedicó a un campo de juegos pictóricos tan delimitado. Sólo recientemente el propio Siquier advirtió que, en el fondo, pinta el mismo cuadro desde hace más de veinte años. En la entrevista con Leopoldo Estol, Siquier habla de los cambios que se fueron produciendo en el circuito artístico local desde fines de la década del ochenta hasta la actualidad, analiza las diferentes etapas de su trabajo y los sistemas de representación que empleó en cada una, además de reflexionar sobre algunas ideas centrales del arte del siglo XX. En su ensayo, Damián Tabarovsky define la obra de Siquier como una geometría imperfecta afectada por una historia precisa: la de la abstracción geométrica de las vanguardias históricas. En ese sentido, la obra se constituye a la vez como testimonio de la historia del arte de las últimas décadas, y como pintura después del fin del arte (o búsqueda moderna después de lo moderno). De ese “post” de la obra de Siquier, sostiene Tabarovsky, nace una pintura cuya naturaleza inestable, incluso desquiciada, resulta de la imposibilidad de resolver la tensión de opuestos de la que está hecha. En diálogo con esta interpretación, Claudio Iglesias revisa el debate crítico que se dio en torno a la obra de Siquier durante los años noventa y, a partir de allí, plantea la hipótesis de que es en el trascendentalismo de la proyectación donde la obsesión que Siquier demuestra por el diseño le contesta, bajo las formas de lo monstruoso y de lo muerto, al idealismo funcionalista de ciertas vanguardias (el arte concreto, entre ellas).
COLECCIÓN: LOS SENTIDOS, RUTH BENZACAR